Panamá y el Consejo de Seguridad: ¿Qué retos enfrenta?

¿Qué presiones enfrenta Panamá como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU?

La designación de Panamá como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) representa un logro diplomático de alto calibre, pero también lo expone a un complejo entramado de presiones políticas, económicas y diplomáticas que requieren una gestión meticulosa y estratégica. Analizar estas presiones implica comprender el funcionamiento del Consejo, el contexto internacional y las propias especificidades de la política panameña.

Expectativas de la comunidad internacional

Panamá, con su legado de neutralidad y su posición estratégica como nexo entre las Américas, genera considerable interés en el ámbito global. Se espera que el país mantenga una postura imparcial en temas internacionales de gran relevancia, tales como conflictos bélicos, la expansión de armas nucleares, los derechos fundamentales, emergencias humanitarias y la alteración climática. Por ejemplo, en decisiones delicadas sobre situaciones como las de Ucrania o Siria, es crucial que Panamá analice cuidadosamente su postura para eludir posibles sanciones o la disminución del respaldo de naciones aliadas esenciales.

Mantener la noción de «neutralidad constructiva» que se espera de Panamá representa un desafío considerable. Cuando emite su voto o fija su postura en discusiones importantes, podría encarar respuestas adversas tanto de naciones occidentales influyentes como de potencias en ascenso. Esta situación se agrava debido a su arraigada conexión histórica con Estados Unidos y su lazo cada vez más estrecho con China, un actor que persigue una mayor participación en foros internacionales.

Presiones geopolíticas de las grandes potencias

El Consejo de Seguridad está dominado por la interacción —y a menudo el conflicto— de intereses de sus miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia. Estos países ejercen presión tanto abierta como velada sobre miembros no permanentes como Panamá. Un ejemplo reciente es la presión ejercida durante la discusión sobre la condena a la invasión rusa de Ucrania, donde los estados miembros temporales enfrentaron mensajes diplomáticos, llamadas de alto nivel y advertencias económicas antes de la votación.

Panamá, además de contar con el Canal, que es punto neurálgico del comercio internacional, mantiene relaciones estratégicas con actores globales. La presión puede manifestarse en la forma de amenazas de reducción de cooperación, condicionamiento de inversiones, bloqueos comerciales o campañas de desinformación. Así, el juego diplomático requiere extrema cautela para evitar convertirse en campo de batalla geopolítico.

Desafíos internos y de política exterior

La pluralidad de perspectivas en el ámbito nacional provoca tensiones adicionales. Diversos grupos, incluyendo el sector productivo, la ciudadanía y las agrupaciones políticas de Panamá, habitualmente exigen transparencia y la salvaguarda de los intereses del país en el escenario global. Simultáneamente, se espera que estos mismos actores no pongan en riesgo los fundamentos de la autodeterminación, el derecho internacional y la concordia, que han sido los pilares de la política exterior panameña desde los Acuerdos Torrijos-Carter, un momento crucial en la trayectoria de la soberanía nacional.

Por consiguiente, la diplomacia panameña enfrenta el reto de conciliar exigencias externas con intereses domésticos. Ejemplos recientes incluyen la disyuntiva sobre apoyar resoluciones humanitarias en Palestina mientras se protege la tradicional alianza con Estados Unidos y la gestión de la presión china para inversiones estratégicas vinculadas a infraestructura.

Tensiones financieras y mercantiles

Al asumir su puesto en el Consejo, Panamá se transforma en un punto central para diálogos y tensiones económicas. La nación, que depende fuertemente del comercio global, la operatividad fluida del Canal y su entramado financiero, se expone a posibles sanciones o restricciones comerciales por parte de entidades que no estén conformes con sus resoluciones en la Organización de las Naciones Unidas.

Adicionalmente, la adhesión a sanciones internacionales, por ejemplo, en torno a Corea del Norte o Irán, puede tener implicaciones para el sector marítimo panameño, especialmente considerando que su flota es la más grande del mundo bajo el sistema de banderas de conveniencia. Cualquier interpretación incorrecta de deberes o de vigilancia en materia de sanciones puede convertirse en una presión significativa tanto mediática como regulatoria.

Gestión de expectativas de países latinoamericanos y regionales

El rol de Panamá también trasciende el ámbito nacional, pues otros países de América Latina siguen de cerca su desempeño y esperan que actúe como vocero de los intereses regionales. Panamá está llamado a promover temas como la resolución pacífica de disputas, la atención a crisis como la venezolana o la migratoria, el respeto a la soberanía y la inclusión de voces latinoamericanas en las decisiones globales. La tensión surge al tratar de satisfacer tales expectativas sin alienar alianzas globales (como las mencionadas con Estados Unidos o China).

Una manifestación reciente de esta tensión en la región se observó en la postura de Panamá respecto a la situación política en Nicaragua y el debate subsiguiente en el Consejo, generando declaraciones de gobiernos afines, así como de entidades regionales y la ciudadanía.

Implicaciones para la proyección internacional de Panamá

El paso de Panamá por el Consejo de Seguridad pone a prueba su tradicional diplomacia de equilibrios. Si logra navegar con éxito entre presiones contrapuestas, puede posicionarse como un referente diplomático global, reforzando su imagen de país confiable, estable y mediador. No obstante, el riesgo de desaciertos puede acarrear costos altos en materia de alianzas, inversiones y reputación internacional.

Las exigencias propias de su condición de miembro no permanente trascienden el simple formalismo; evidencian la intrincada dinámica del siglo XXI, donde naciones de tamaño intermedio se ven compelidas a asumir deberes globales y a interactuar con diversas esferas de influencia. Panamá se encuentra ante la coyuntura de potenciar su participación en las discusiones globales cruciales y de aportar, con una perspectiva a futuro, a la edificación de un orden internacional más equitativo, inclusivo y justo.

Por Susan Brown