En una decisión ampliamente anticipada por los mercados, las autoridades financieras de China optaron por mantener sin cambios las tasas de interés referenciales en junio, reafirmando un enfoque cauteloso en medio de señales mixtas sobre la recuperación económica del país. Esta medida refleja el delicado equilibrio que busca mantener el gigante asiático entre estimular el crecimiento y evitar desequilibrios financieros que podrían amenazar la estabilidad a largo plazo.
El Banco Popular de China anunció que mantendrá la tasa preferencial de préstamos (Loan Prime Rate, LPR) a un año en 3.45% y la de cinco años en 3.95%, niveles que se han sostenido durante varios meses consecutivos. Estas tasas sirven como referencia clave para los préstamos corporativos e hipotecarios, y su decisión de mantenerlas inalteradas responde a múltiples factores tanto internos como externos.
Por una parte, la economía de China ha evidenciado una recuperación leve, motivada por el aumento del consumo nacional, la inversión en infraestructuras y la gradual revitalización del sector de bienes raíces. No obstante, continúan existiendo desafíos significativos: la poca demanda global, sobre todo en Europa y Estados Unidos, ha restringido el crecimiento de las exportaciones; asimismo, el sector inmobiliario, aunque presenta indicios de estabilización, todavía enfrenta riesgos estructurales que afectan el crecimiento.
Además, la inflación en China ha permanecido en niveles reducidos, lo que ha permitido al banco central conservar cierto espacio para una política monetaria adaptable. Sin embargo, la decisión de no disminuir aún más las tasas indica que las autoridades están actuando cautelosamente frente a posibles distorsiones financieras, tales como el incremento del apalancamiento o la depreciación del yuan frente al dólar, que podrían agravarse si se implementaran medidas más agresivas.
El entorno internacional impacta igualmente en el plan del país asiático. La política monetaria restrictiva, que todavía se ve en las economías principales de Occidente, sobre todo en Estados Unidos, produce una situación donde una diferencia muy grande entre las tasas podría provocar salidas de capitales y aumentar la presión sobre el tipo de cambio. Por esta razón, mantener las tasas también busca evitar problemas en el mercado financiero global.
Por otro lado, el gobierno chino ha optado por concentrarse en medidas fiscales y estructurales para impulsar el crecimiento, en lugar de depender exclusivamente del estímulo monetario. Programas de gasto público, apoyo a pequeñas y medianas empresas, incentivos al consumo y reformas regulatorias en el sector inmobiliario forman parte de un paquete más amplio con el que se busca consolidar una recuperación sostenible.
En ese contexto, la estabilidad de las tasas de interés refuerza la visión de que China está gestionando su política económica con una perspectiva de mediano y largo plazo. Aunque el crecimiento aún no alcanza el nivel de dinamismo previo a la pandemia, se perciben señales de mejora progresiva, especialmente en áreas como la manufactura de alta tecnología, los servicios digitales y las energías renovables, sectores en los que el país ha invertido con fuerza.
Los expertos creen que las futuras decisiones sobre política monetaria se influenciarán por el comportamiento de factores esenciales como el aumento del PIB, los indicadores del empleo, la inflación y los cambios en el comercio internacional. Además, se vigilará la reacción del sector inmobiliario a las reformas recientes, junto con el efecto de las políticas económicas mundiales en los flujos financieros que entran y salen de China.
