Consecuencias de la deuda externa en los países del sur a nivel mundial

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La deuda externa es una de las cuestiones económicas y sociales más duraderas y complicadas para las naciones del sur, también conocidas como países en vías de desarrollo o países del Sur Global. Básicamente, la deuda externa se refiere al total de compromisos financieros que un país tiene con prestamistas extranjeros, lo cual incluye préstamos de organismos financieros internacionales, colocaciones de bonos y créditos entre países. El efecto de esta deuda va más allá de lo financiero, influyendo en políticas públicas, desarrollo social, estabilidad política y la independencia nacional.

Causas fundamentales y antecedentes históricos

El endeudamiento externo de los países del sur tiene raíces históricas profundas. Tras las independencias políticas, muchas de estas naciones enfrentaron condiciones desfavorables para insertarse en la economía global. En las décadas de 1970 y 1980, la disponibilidad de dólares baratos motivó a muchos gobiernos a adquirir préstamos con la esperanza de impulsar el crecimiento. Sin embargo, las condiciones internacionales cambiaron de manera abrupta en los años ochenta, con el incremento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense y la apreciación del dólar, situación que desencadenó la denominada «crisis de la deuda latinoamericana».

Este suceso no fue exclusivo de América Latina. Naciones de África y Asia también enfrentaron complicaciones para gestionar el pago de sus deudas, acumulando intereses y manteniendo un ciclo de dependencia. Elementos estructurales, como la fragilidad de las economías dependientes de la exportación de recursos naturales y la falta de infraestructura financiera adecuada, intensificaron este dilema.

Efectos macroeconómicos

El manejo de una deuda acumulativa crea serias limitaciones en la flexibilidad de acción de los gobiernos. El desembolso destinado a intereses y amortizaciones a menudo consume una parte considerable del presupuesto nacional, reduciendo los fondos disponibles para la educación, la atención médica, la infraestructura y los programas para disminuir la pobreza. De acuerdo con cifras del Banco Mundial, en 2021, los países del África Subsahariana dirigieron en promedio el 12% de sus ingresos fiscales al pago de la deuda externa, porcentaje que en algunos casos excede el 30%.

El endeudamiento excesivo actúa como un lastre sobre el crecimiento económico. La necesidad de generar superávit primario limita la inversión estatal, y la inseguridad asociada a altos niveles de endeudamiento puede disuadir la inversión privada. Además, la dependencia de financiamiento externo expone a los países a la volatilidad de los mercados financieros internacionales, aumentando su vulnerabilidad ante crisis externas.

Influencia social y humana

Más allá de los efectos en la macroeconomía, la deuda externa tiene consecuencias directas y profundas sobre la vida cotidiana de millones de personas. La implementación de políticas de ajuste estructural, exigidas por acreedores multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, frecuentemente conlleva recortes en gasto social y subsidios básicos. Países como Ghana, Nigeria y Zambia han debido disminuir costos en salud pública y educación para cumplir con las condicionalidades impuestas, lo que repercute en indicadores como la esperanza de vida, la mortalidad infantil y las tasas de escolarización.

En América Latina, la crisis de la deuda llevó a una década de estancamiento económico y deterioro social conocida como la «década perdida». En ese periodo, el nivel de pobreza se incrementó considerablemente y las desigualdades sociales se profundizaron, con consecuencias a largo plazo que aún persisten.

Dependencia y menor independencia

La deuda externa restringe la autonomía política y económica de los países del sur. Las renegociaciones y reestructuraciones de deuda suelen estar sujetas a la aprobación de organismos y gobiernos extranjeros, lo que restringe la capacidad de diseñar políticas nacionales adaptadas a las verdaderas necesidades locales. Esta pérdida de soberanía se refleja en las llamadas “cartas de intención”, documentos elaborados en coordinación con el Fondo Monetario Internacional que establecen reformas y recortes que muchas veces no consideran el contexto particular de cada nación.

Ejemplos y estudios de caso

Uno de los casos más emblemáticos es Argentina. Desde la crisis económica de 2001, esta nación ha enfrentado varios eventos de incumplimiento y reestructuración de deuda, lo que ha influido en su política económica interna y ha sido un foco persistente de tensión social. Los pactos logrados con los acreedores internacionales, si bien son esenciales para recuperar la confianza en los mercados, han implicado compromisos fiscales y monetarios que limitan la capacidad del gobierno para actuar ante emergencias.

En África, Zambia se convirtió en el primer país en declararse en “default” durante la pandemia de COVID-19. La caída en los ingresos por la exportación de cobre, sumada a la depreciación de la moneda, provocó que el país no pudiera atender los pagos de su deuda externa, exacerbando la pobreza y limitando la capacidad de enfrentar la crisis sanitaria.

La situación vivida en Grecia, pese a ser una nación europea, es igualmente pertinente como un ejemplo de referencia amplia. La crisis de deuda provocó reducciones severas en servicios estatales, disminuyó el poder político de los ciudadanos y dejó marcas significativas en la estructura social y económica, demostrando que la lógica de la deuda externa va más allá de los límites del Sur Global.

Perspectivas y respuestas frente a la deuda

En las últimas décadas, la comunidad internacional ha promovido iniciativas para aliviar el peso de la deuda en los países más pobres, como la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados (PPME). Aunque ha habido avances, diversos estudios señalan que estas estrategias han sido insuficientes para resolver de raíz el problema. A menudo, la reestructuración de deuda implica posponer pagos o aplicar nuevas condiciones sin un cambio profundo en las relaciones económicas internacionales ni en las prácticas de financiamiento responsable.

Algunas voces abogan por auditar la legitimidad de buena parte de la deuda, denominando deudas ilegítimas a aquellas contraídas bajo condiciones injustas o destinadas a financiar proyectos que no han beneficiado a la población. Organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales en América Latina, África y Asia han promovido instancias de auditorías ciudadanas, buscando transparencia y justicia financiera.

Una visión completa hacia lo que viene

El efecto generalizado de la deuda externa en las naciones del sur no puede evaluarse únicamente mediante cifras económicas o balances fiscales. Se trata de un asunto multidimensional que abarca temas de equidad social, relaciones globales, soberanía política y el bienestar de las personas. Enfrentar este reto requiere reconsiderar los métodos de financiamiento internacional, la corresponsabilidad tanto de los acreedores como de los deudores, y la urgencia de democratizar la gobernanza mundial para evitar que el crecimiento continuo comprometa el porvenir de las comunidades más frágiles. El recuerdo de las crisis y sus consecuencias, junto con el surgimiento de nuevas propuestas, estimula la reflexión sobre opciones éticas y sostenibles para crear economías más justas.

Por Susan Brown